Phoenix canariensis es la única palmera, de las más de dos mil trescientas especies que existen en el mundo, que es endémica de las Islas Canarias, donde es considerada todo un símbolo vegetal. Es una especie muy longeva, tanto, que los ejemplares más altos llegan a superar los dos y quizás tres siglos de edad con grandes portes, llegando a superar los 30 metros de altura. Una de sus características es que no brota en su base como la palmera datilera y presenta un tronco muy grueso.
Es una de las especies propias del bosque termófilo, pero se distribuye ampliamente por la geografía insular gracias a su capacidad de adaptarse a condiciones ambientales muy diferentes, mostrando predilección por los húmedos fondos de barranco. Se encuentra en todas las islas, formando palmerales o en poblaciones aisladas con mayor o menor número de ejemplares según la zona. Es más frecuente en La Gomera y Gran Canaria y escasa en El Hierro. Frecuentemente se utiliza como árbol decorativo por su frondosa copa de un verde intenso, por lo que ha sido plantada en numerosos lugares del globo como Estados Unidos, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Argentina, Chile, Venezuela, etc.